domingo, 3 de mayo de 2009

EL DIABLO


EL DIABLO

Hombre de instinto, representa a la vez el dinero y el sexo. Puede arrastrar a una desenfrenada aventura sexual. Conserva alguna de las atribuciones divinas en el azul de sus pernas y alas, así como en lo claro de la espada, y posee una extraordinaria paciencia, pero en su poder obra en el plano de la materia y de las pasiones a las que están encadenados los diablillos. El Diablo aparece como tentador que muestra la vía hacia las profundidades del ser. El Diablo tiene dos alas de murciélago, indica que habita en la oscuridad, en la noche del inconciente profundo. Los personajes de la carta son una mezcla de humano y de animal, en referencia a nuestras potencias primarias, a nuestros recuerdos prehistóricos enterrados en lo más profundo de nuestro sistema nervioso. Este rasgo, nos recuerda, diferentes signos esotéricos que adornan a los personajes, que el iniciado, para llegar a la iluminación, no debe rechazar su lado animal, sino aceptarlo, honrarlo y guiarlo hacia la luz angélica.

El diablo, al haber sido un ángel, manifiesta con su antorcha-espada, un profundo deseo de ascender, de nuevo desde la caverna hacia el Cosmos. Asimismo, el alma humana hundida en el cuerpo carnal siente un profundo deseo de remontar hasta su origen, la divinidad creadora. El sombrero con alas que lleva sugiere la actividad del deseo, la inteligencia intuitiva y receptiva. Su mirada se pone bizca, mirando fijo un punto en su nariz, en intensa meditación. Su expresión facial es ambigua: por una parte una profunda concentración y, por otra, una mueca infantil. Se podría decir que, al atravesar la capa del miedo popular que inspira, nos recuerda que es un ser cómico. El Diablo no oculta nada: se muestra desprovisto de hipocresía. Carácter emocional sin freno.

Los tres personajes llevan cuernos, que señalan al arcano ante todo como el de la pasión: pasión amorosa, pasión creadora. Esta carta contiene todas las potencias ocultas del inconciente humano, tanto las negativas como las positivas. También es la carta de la tentación y de una llamada a la búsqueda del tesoro oculto, de la inmortalidad y de la energía potente que encierra el psiquismo, necesaria para cualquier obra humana. Naturalmente, este arcano también puede representar un contrato fraudulento, las degeneraciones de la sexualidad, el infantilismo, la trampa, los delirios mentales, las ataduras autodestructivas, la glotonería.

El Diablo está en pie sobre una especie de pedestal al cual los dos diablillos están atados por una cuerda que pasa por un anillo. Podrá decirse que el diablillo de la izquierda es mujer ya que sus senos son de mujer y su cabello más largo, y el de la derecha un hombre. Estos dos personajes tienen los pies a modo de raíces que se hunden en la negrura del suelo. En esta carta es donde se revela la dimensión activa de lo femenino y la dimensión pasiva de lo masculino, uniéndose ambas energías en el centro para crear el diablo hermafrodita, que posee en su cuero dos pechos y un pene. Sus pies y su mano derecha tienen 5 dedos, su mano izquierda tiene 4 dedos.

En la mentalidad popular, el Diablo evoca el dinero, tienta a los humanos con un contrato prometedor, una riqueza súbita y fácil se le asocia también a una gran pasión, a una tentación, a una aventura amorosa. Estos significados populares abarcan la misma realidad espiritual: una parte de nosotros mismos nos tienta con posibilidades desconocidas. Su sexo es un símbolo de vida, indica que la libido es ante todo una llama vital, con la cual se puede incendiar el mundo con un fuego creador.

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